Señor, sé que eres un hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste. Por eso me dio miedo, y fui y escondí en tierra tu talento. Mira, aquí tienes lo que es tuyo.
EL Papa Francisco comenta: Esta parábola nos hace entender lo importante que es tener una idea verdadera de Dios. No debemos pensar que Él es un patrón malo, duro y severo que quiere castigarnos. Si dentro de nosotros está esta imagen equivocada de Dios, entonces nuestra vida no podrá ser fecunda, porque viviremos en el miedo y éste no nos conducirá a nada constructivo. De hecho, el miedo nos paraliza, nos autodestruye.
El motivo de aquel siervo para no trabajar no es la holgazanería, sino el miedo. Miedo al riesgo, a equivocarse, a no hacerlo bien. No se fía de sí mismo ya que no se fía de Dios. Y, no fiándose de sí mismo ni de Dios, tampoco se fía de los prójimos. Inmovilista convencido, cualquier cambio le parece una traición a un venerable pasado. Es morbosamente escrupuloso. Su vida está teñida de pesadumbre; es incapaz de vivir la vida en clave de fiesta. Quizá es una persona muy piadosa, pero no ha absorbido el Evangelio, la Buena Noticia de Jesús.
Esta parábola no mira ni al pasado ni al futuro; solamente al presente. Jesús no da importancia al número de talentos recibido; tampoco a lo logrado con ellos. Lo que importa es ponerse a trabajar aquí y ahora con lo recibido, poco o mucho. Ponerse a trabajar significa poner lo recibido al servicio de los demás, sin depender de los resultados obtenidos, ya que los resultados no dependen del que planta ni del que riega, sino de Dios (1 Cor 3, 6).
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