31/10/2025 Viernes 30 (Lc 14, 1-6)
- Angel Santesteban

- hace 3 horas
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Un sábado que entró a comer en casa de un jefe de fariseos, ellos lo vigilaban.
En la casa del fariseo, todo es formalidad y protocolo; Jesús no se encuentra cómodo. Así que, al ver ante sí a un hidrópico, decide romper tanto formalismo con una pregunta provocadora: ¿Está permitido sanar en sábado o no? Nadie responde. Ahora son ellos los que, roto su monolítico andamiaje, se encuentran incomodos. ¡Qué difícil que los adictos a leyes y fachadas se abran a Jesús! Observando al grupo de fariseos, muy religiosos ellos, vienen a la mente las palabras de un famoso novelista: Conozco algo peor que el odio: el amor abstracto.
Jesús no congenia con la fría formalidad farisea; prefiere la cercanía del compañerismo y de la amistad. Sus discípulos no seremos reconocidos por la compostura de nuestras fachadas, sino por la cercanía de la caridad y de la misericordia.
Jesús tomó al enfermo, lo sanó y lo despidió.
El papa Francisco comenta: ¿Qué hizo Jesús? Jesús se acerca. La cercanía es la prueba de que vamos por el camino auténtico, el camino que eligió Dios para salvarnos: la cercanía. Se acercó a nosotros.
Aquel hombre no hace nada, no dice nada. Toda la iniciativa es de Jesús. Le resulta sencillo curar la hidropesía del cuerpo: Lo sanó y lo despidió. No le resulta tan sencillo curar la hidropesía del espíritu. Es una enfermedad que sigue presente en los cristianos que no se han aplicado la vacuna del Evangelio. De ahí que encontremos en la Iglesia personas que son profundamente religiosas, pero que no siguen a Jesús en absoluto, ni tienen la necesaria sensibilidad evangélica, ni son capaces de comprometerse con el destino inseguro y amenazante que siguió Jesús (J.M. Castillo).
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