¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos signos. Si lo dejamos seguir, todos creerán en él, y vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación.
Quienes así piensan son los sumos sacerdotes y los fariseos. Están convencidos de que Dios está de su parte y de que sacrificando a Jesús hacen un servicio a Dios. Tan convencidos como equivocados. Esto nos pasa a todos cuando, en nombre de un venerable pasado, rechazamos la novedad.
No entendéis nada. ¿No veis que es mejor que muera uno solo por el pueblo y no que muera toda la nación?
Quien así habla es Caifás, en aquel momento la autoridad suprema del pueblo judío. En este hombre vemos lo sencillo que resulta para una institución o una persona, el manipular inconscientemente a Dios en beneficio propio. Siempre con el profundo y equivocado convencimiento de estar haciendo lo que Dios quiere.
Nos conviene hacer este saludable ejercicio: tratar de vernos reflejados en aquellos hombres. Entendamos que cuanto más me parezca a ellos, más difícil me resultará encontrar parecidos. Entendamos también que cuando el pasado y la institución tienen en mi vida más peso que la fe personalizada, más difícil me resultará identificarme con ellos. Es entonces cuando los criterios humanos prevalecen sobre los divinos. Es entonces cuando, quizá inadvertidamente, nos hacemos un servicio a nosotros mismos creyendo hacer un servicio a Dios.
Hay momentos en la vida en las que es necesario tomar decisiones contrarias a lo que uno siento o sienten otros. Para hacerlo con garantías, lo consultaremos con otras personas; lo consultaremos, sobre todo, con la Palabra de Dios.
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