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01/05/2025 San José Obrero (Mt 13, 54-58)

  • Foto del escritor: Angel Santesteban
    Angel Santesteban
  • 30 abr
  • 2 Min. de lectura

¿No es éste el hijo del carpintero?... Y se escandalizaban a causa de Él.

El año 1955 el Papa Pío XII, queriendo dar un tono cristiano al Día Internacional de los Trabajadores, instituyó esta fiesta poniendo al carpintero José, el padre de Jesús, como patrón de trabajadores.

Hoy Jesús, el hijo del carpintero, regresa al pueblo de su infancia. Todos le conocen. Y es precisamente esa familiaridad la que provoca en sus paisanos y parientes la incredulidad y el rechazo. Esto es algo que puede darse de igual manera entre quienes creemos conocer a Jesús porque hemos mamado el cristianismo en nuestras familias. También a nosotros, como a aquellos nazarenos, nos cuesta reconocer lo divino en lo humano y lo extraordinario en lo cotidiano. Nos cuesta comprender que las cosas de Dios se realizan sin grandes alharacas, en el silencio y en la sencillez. Nos es necesario aprender a ver y escuchar con el corazón. Como José. 

Hablar de José es hablar de capacidad de escucha; es decir, de oración. Es en la oración donde el ángel de Dios le revela la voluntad divina. Hablar de José es hablar de trabajo y entrega, un día sí y otro también, ganándose su pan en el taller de Nazaret; con la ayuda de Jesús cuando éste comienza a crecer. Las devociones que José practica se resumen en el servicio. Hablar de José es hablar, sobre todo, de fe. A José se le pide tomar decisiones muy arduas. Él, aunque no lo entienda, no cuestiona nada: Ellos no comprendieron la respuesta que les dio (Lc 2, 50). La fe de José es tan fuerte como oscura; cree y se fía. Lo que pueda sentir carece de importancia.

 
 
 

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