01/09/2025 Lunes 22 (Lc 4, 16-30)
- Angel Santesteban
- 31 ago
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Hoy, en vuestra presencia, se ha cumplido este pasaje de la Escritura.
Lucas abre la vida pública de Jesús que pregona su programa de actuación. Jesús se presenta como el Evangelio de Dios, la Buena Noticia, el proyecto divino de salvación universal. Lo hace ante sus paisanos de Nazaret que, sorprendentemente pasan muy pronto de la admiración al rechazo.
Jesús lee un texto de Isaías, pero omite el fragmento que habla del castigo de Dios. Omite estas palabras: Día de venganza de nuestro Dios (Is 61, 2b). El Dios de Jesús, el Dios que es Jesús, no es castigador sino misericordioso; misericordioso con todos, también con los de fuera. En Dios, la venganza se llama misericordia. Santa Teresa lo supo muy bien y así lo expresó: Con grandes regalos castigabais mis delitos.
Contemplando esta escena en la sinagoga de Nazaret evocamos las palabras del prólogo del Evangelio de Juan: Vino a los suyos y los suyos no el recibieron (Jn 1, 11). Caemos también en la cuenta de que es más fácil ser reconocido por los de lejos que por los de cerca.
Me ha enviado a dar la buena noticia a los pobres.
Pobres en su sentido más profundo. Es decir, aquellos que viven en la miseria física o moral más repelente. El programa de actuación de Jesús debe ser el programa de actuación de quienes nos decimos cristianos. No nos quedemos en la mística de ojos cerrados atendiendo solo a lo interior. La mística de ojos cerrados es buena si es motor de la mística de ojos abiertos, la que se orienta a los prójimos. Nuestro vivir y actuar debe ser visto y oído como Buena Notica por los más pobres.
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