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01/10/2021 Santa Teresa del Niño Jesús (Mt 11, 25-30)

Actualizado: 1 oct 2021

Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso.

Le escuchaban con avidez porque vivían abrumados bajo el peso de una religiosidad rigurosa y desabrida. También Teresa de Lisieux absorbió con avidez estas palabras de Jesús porque también ella vivió abrumada. Le tocó vivir un cristianismo adusto y taciturno, forjador de espíritus arrugados y escrupulosos. Pero a fuerza de sufrimiento y de Evangelio pasó a ser la gran revolucionaria que tanto necesitaba y sigue necesitando nuestra Iglesia. Teresa hace esta confidencia a su hermana Celina: Lo único que hay que hacer es amarle sin mirarse a uno mismo y sin examinar demasiado los propios defectos. Afortunadamente es a ti a quien estoy hablando, pues otras personas no sabrían comprender mi lenguaje, y confieso que a muy pocas les suena a verdadero.

Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños.

Teresa se complace en su pequeñez, como Pablo se complace en sus flaquezas: Con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo de mis flaquezas para que habite en mí la fuerza de Cristo (2 Cor 12, 9). Teresa, tras el descubrimiento de la sabiduría de Dios, va por la vida a velas desplegadas; las de la confianza más absoluta: Jesús se complace en mostrarme el único camino que conduce a esa hoguera divina. Ese camino es el abandono del niñito que se duerme sin miedo en brazos de su padre. Como una madre acaricia a su hijo, así os consolaré yo, os llevaré en brazos y sobre las rodillas os acariciaré (Is 66). Ante un leguaje como éste, solo cabe callar y llorar de agradecimiento y de amor.

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