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01/11/2020 Todos los Santos (Mt 5, 1-12a)

Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y, tomando la palabra, les enseñaba.

Es una puesta en escena impresionante, con la muchedumbre a su alrededor, y con el monte como trono. Es una puesta en escena casi tan impresionante como la de la parábola del Juicio Final (Mt 25, 31) que presenta a Jesús como Señor del Universo. La solemnidad de la escena de hoy enmarca la promulgación de la Carta Magna de ese señorío que son las Bienaventuranzas.

Dichosos los pobres de corazón, porque el reinado de Dios les pertenece.

Dichosos porque capacitados para recibir la bendición del Reino. Cosa que no sucede con los ricos de corazón, con los que tienen puesto el corazón en riquezas de cualquier tipo: el dinero o las cualidades humanas. Pobreza de corazón es sinónimo de infancia espiritual. Las cosas del Reino no son reveladas a los sabios e inteligentes, sino a los pequeños (Mt 11, 25).

Las Bienaventuranzas, como la cruz, confunden toda sabiduría humana. Están llamadas a convertirse en estilo de vida de todo cristiano, porque ese fue el estilo de vida de Jesús. En las Bienaventuranzas Jesús comparte con nosotros su experiencia personal de búsqueda y descubrimiento del camino de la felicidad.

Dichosos los pobres de corazón. ¿Cómo vivió Jesús la pobreza de corazón? Compartiendo. Ese es el nombre de la pobreza vivida por Jesús.

En esta fiesta de Todos los Santos celebramos a tantos hombres y mujeres canonizados o no. Santos de la puerta de al lado; miembros de nuestra propia familia. Es una fiesta familiar. Santos que están cerca de nosotros; que nos entienden, y nos aman, y saben lo que es nuestro verdadero bien, y nos ayudan, y nos esperan (Papa Francisco).

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