Éste es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle: Tú, ¿quién eres?
Recordemos que Juan era seis meses mayor que Jesús y que ahora ya tiene treinta años. Y tiene clara su identidad. Así que cuando la autoridad religiosa judía se lo pregunta responde sin vacilar: Yo soy la voz del que grita en el desierto; allanad el camino del Señor. Juan se identifica con las palabras de Isaías 40, 3. Jesús le imitará identificándose con las de Isaías 61, 1s. (Lc 4, 18).
Tú, ¿quién eres? Juan podría haber respondido recitando los pormenores que aparecen en cualquier documento de identidad. Probablemente, así responderíamos nosotros. Pero son datos que no dicen nada sobre la verdadera realidad de la persona. Juan es consciente de que su razón de ser se llama Jesús, y de que su vida solamente se entiende desde Jesús.
Tú, ¿quién eres? La respuesta de Juan sirve de modelo para la de todo testigo o creyente. Nuestra respuesta, como la de Juan en el Jordán y la de Jesús en Nazaret, no será correcta si no está iluminada e inspirada en la Palabra de Dios. La lectura orante de la Palabra de Dios orienta nuestra vida y nos da luz y fuerza para ser lo que estamos llamados a ser: testigos de Jesús, tan audaces como discretos y humildes.
Tú, ¿quién eres? Juan sabe dirigir la atención hacia Jesús: En medio de vosotros está uno a quien no conocéis que viene detrás de mí. Ni sombra de culto a su persona, aunque llegue a ser el personaje más famoso del país. La persona del testigo o creyente, como la de Juan, carece de importancia.
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