02/01/2025 Santos Basilio Magno y Gregorio Nacianceno (Jn 1, 19-28)
- Angel Santesteban
- 1 ene
- 2 Min. de lectura
¿Quién eres tú?
Juan que predica en el desierto y atrae grandes multitudes. Su presencia resulta incómoda para quienes detentan el poder político o religioso, y no saben cómo reaccionar. Juan no encaja en sus esquemas. Así que envían sacerdotes y levitas para preguntarle: ¿Tú, quién eres?
Es una pregunta muy oportuna para todos nosotros. ¿Quién soy yo? ¿Quiénes somos nosotros los creyentes? Algunos nos ven con indiferencia, como a bichos raros, porque creemos en cosas tan absurdas como la de proclamar Dios al niño de María. Otros nos ven con desdén porque no vivimos de acuerdo con lo que decimos creer.
¿Cuál fue la respuesta de Juan Bautista al quién eres tú? Fue una respuesta sencilla y humilde: Yo soy la voz del que clama en el desierto. El Bautista tenía claro lo que no era. No era el Cristo, ni Elías, ni alguno de los antiguos profetas. Pero no tenía tan claro lo que era. Y no lo tenía claro porque la voz, sin palabras que la modulen, es difícil de describir.
Tengamos claro, nosotros los cristianos, que no somos la Palabra sino la voz. Que no somos la luz, sino que la reflejamos; no tenemos luz propia.
El Bautista tampoco sabía bien en qué consistía esa palabra a la que él prestaba su voz. Por eso la de Juan será una vida llena de interrogantes. Tanto que, al final de sus días, enviará desde la cárcel a algunos discípulos a preguntar a Jesús: ¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro? (Mt 11, 3).
El Papa Francisco comenta: Juan es grande porque siempre se pone a un lado. Elige abajarse, anonadarse. Sigue el mismo camino que luego seguirá Jesús de vaciarse de sí mismo.
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