11/04/2025 Viernes 5º de Cuaresma (Jn 10, 31-42)
- Angel Santesteban
- 10 abr
- 2 Min. de lectura
Aunque no me creáis a mí, creed a mis obras, y os convenceréis de que el Padre está en mí y yo en el Padre.
Aquellos dirigentes judíos entendieron perfectamente lo que Jesús decía: Por ninguna obra buena te apedreamos, sino por la blasfemia, porque siendo hombre te haces Dios. Pero no les fue dada de lo alto la luz para aceptarlo: Nadie puede acudir a mí si el Padre no se lo concede (Jn 6, 65).
A quienes creemos en Jesús, Dios verdadero y Hombre verdadero, nos podría parecer que este Evangelio tiene poco que decirnos. Pero puede decirnos varias cosas. Puede decirnos, por ejemplo, que hay distintas maneras de apedrear a Jesús, y que eso hacemos cuando apedreamos a los prójimos con juicios, palabras o acciones.
Puede decirnos también que el seguimiento de Jesús tiene poco de razonable. Aquellos dirigentes judíos se movían dentro de lo razonable. Pero es que lo razonable se estrellar ante la persona de Jesús. Jesús entiende que su sentencia ya está decidida, y que nada de lo que diga o haga la cambiará; tiene asumido el camino de la cruz. Es un camino que tiene poco de razonable. Pero es el camino que lleva a la plenitud de vida. Es el camino de liberación de las servidumbres a las que nos somete el propio ego. Es el camino de la paz. Es el camino que, antes o después, el Señor pone ante nosotros sin nosotros buscarlo. Junto a ese camino aparecen otros, aparentemente menos complicados. Pero serán caminos, a la larga, decepcionantes.
En esta confrontación con los dirigentes judíos, vemos que Jesús ya ha emprendido el camino de la cruz, antes de que la cruz se haga visible.
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