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02/03/2022 Miércoles de Ceniza (Mt 6, 1-6; 16-18)

  • Foto del escritor: Angel Santesteban
    Angel Santesteban
  • 1 mar 2022
  • 1 Min. de lectura

Comenzamos la Cuaresma. Si todo tiempo es tiempo de conversión, éste de preparación a los grandes eventos de nuestra salvación, lo es de manera especial. La conversión del seguidor de Jesús consiste en creer con mayor intensidad en el Evangelio: Convertíos y creed en el Evangelio (Mc 1, 15). La recepción de la ceniza representa bien esta conversión, porque la ceniza simboliza la humildad. El convertido es humilde, camina en la verdad, entiende no tener cosa buena que no le sea dada, vive en la gratuidad, confía plenamente en Dios… Quien esto no entiende anda en mentira (Santa Teresa).

Si no convertidos, tratamos de proyectar una buena imagen de nosotros mismos y buscamos ser admirados y reconocidos. Si no convertidos, actuamos de manera más o menos inconsciente para la galería. Jesús nos pide tener como punto de referencia únicamente a Dios, liberados de la necesidad de obtener aprobaciones humanas: Guardaos de hacer las obras buenas en público solamente para que los vean; de lo contrario no os recompensará vuestro Padre del Cielo.

Cuando hagas limosna… Cuando vayas a orar… Cuando ayunes…

Por otra parte, la conversión que el Señor nos pide en este tiempo de Cuaresma tiene que significar también un mayor acercamiento a los demás. Acercamiento que se hace realidad con la limosna, la oración y el ayuno. Jesús trata de hacernos entender que la conversión no es tanto un camino de perfeccionamiento personal, sino un camino de apertura a los demás. Cuando hacemos limosna, repartimos; cuando oramos, intercedemos; cuando ayunamos, compartimos. El ayuno que yo quiero es éste: abrir las prisiones injustas…, compartir tu pan con el hambriento…, no despreocuparte de tu hermano (Is 58, 6-7).

 
 
 

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