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02/03/2023 Jueves 1 de Cuaresma (Mt 7, 7-12)

¿Quién de vosotros, si su hijo le pide pan le dará una piedra? O si le pide un pez, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, que sois malos, sabéis dar a vuestros hijos cosas buenas, ¡cuánto más vuestro Padre celestial dará cosas buenas a quien se las pida!

Pocas palabras resumen mejor lo esencial del Evangelio. Como diría santa Teresita, ante palabras como éstas, solo cabe callar y llorar de agradecimiento y amor.

Evidentemente el Dios de Jesús, el Dios que es Jesús, no es el dios de los moralistas: ese dios del ojo en el triángulo que espía todo comportamiento para castigar cualquier desmán. El Dios de Jesús, el Dios que es Jesús, es el papá dispuesto a darlo todo, incluso su propia vida, por sus hijos. El Dios de Jesús, el Dios que es Jesús, es el Dios de la gratuidad absoluta e incondicional

Esta pequeña y preciosa parábola del papá con su niño es una invitación a contemplar embelesados el comportamiento de los niños más pequeños con sus papás, para hacer de ellos maestros de nuestras vidas. El único mérito de esos niños es ser hijos de un papá y de una mamá. Pero, ¿se puede llamar mérito a eso? Su confianza en papá y en mamá es infinita. Pero, ¿qué otra cosa pueden hacer?

En verdad, ¡qué bueno es creer! No hay mejor manantial del bien-estar y del bien-vivir. Por algo dijo Jesús a los discípulos de entonces y nos lo dice a nosotros ahora: ¡Dichosos los ojos que ven lo que veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron (Lc 10, 23-24).

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