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02/05/2021 Domingo 5º de Pascua (Jn 15, 1-8)

Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador.

En la parábola de la vid Jesús repite mucho el verbo permanecer. Es la palabra clave. Es cierto que poco después nos dirá que lo importante es hacer: Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando (Jn 15, 14). Pero es que quien permanece en Él, hace lo que Él dice. Y no lo hace de la manera formal, fría y distante de quien tiene como punto de referencia unas normas, sino de quien tiene como punto de referencia la persona de Jesús. Esto se pone de manifiesto en una vida radiante y creativa, consecuencia de la savia de la vid que corre por los sarmientos.

Permanecer en Él, significa salir de nosotros mismos: lo nuestro nos trae sin cuidado. Permanecer en Él, habiendo salido de nosotros mismos, significa ocuparnos y preocuparnos de nuestros prójimos. El Papa Francisco dice que el dinamismo de la caridad del creyente no es fruto de estrategias ni de instancias sociales o ideológicas, sino del encuentro con Jesús y del permanecer en Él.

Los sarmientos que en mí no dan fruto, los arranca; los que dan fruto los poda, para que den aún más fruto.

No hay buen viñador que no sea buen podador. Un compositor de canciones modernas dice: Cuanto peor te va en la vida, mejor salen las canciones. San Juan de la Cruz es el gran maestro de las podas; noches oscuras, las llama él: cuando todo se nos vuelve del revés. Son momentos tenebrosos; momentos de tristeza hasta el punto de morir, como experimentó el mismo Jesús (Mc 14, 34). Momentos en que nos vemos inertes y estériles, pero que son de gran fecundidad aunque envueltos en la oscuridad. El ego sufre un gran descalabro, y el espacio ocupado por el ego pasa a ser espacio del Señor y de los prójimos.

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