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02/06/2025 Lunes 7º de Pascua (Jn 16, 29-33)

  • Foto del escritor: Angel Santesteban
    Angel Santesteban
  • hace 2 días
  • 2 Min. de lectura

Ahora sí que hablas claro, sin usar parábolas. Ahora sabemos… Por eso creemos…

Parecen entusiasmados. Ahora, finalmente, creen haberlo entendido todo. La verdad es que no han entendido nada, ya que para el verdadero conocimiento de la persona y del mensaje de Jesús es necesario abrazarlo crucificado. Como Pablo: No quise saber entre vosotros sino a Jesucristo, y éste crucificado (1 Cor 2, 2). La cruz es el control de calidad de la vida cristiana.

¿Ahora creéis? Mirad, llega la hora, ya ha llegado, en que os dispersaréis cada uno por vuestro lado.

Jesús no comparte el entusiasmo de los discípulos. Sabe que, llegada la prueba, le abandonarán, a pesar de que sí le quieren: lo han dejado todo para seguirle. Pero Jesús no da muestras de desazón o disgusto; conoce perfectamente su fragilidad y no les reprocha su traición. Al contrario, trata de tranquilizarles invitándoles a tener valor y a encontrar la paz en Él en toda circunstancia. Cuando nos vemos hundidos en la más profunda miseria, entonces, más que nunca, tenemos que agarrarnos con fuerza a las palabras de Jesús: Os he dicho estas cosas para que tengáis paz en mí.

En el mundo pasaréis aflicción; pero tened valor: yo he vencido al mundo.

Son las palabras finales del discurso de Jesús en la sobremesa de la última cena. La paz, la buena salud del espíritu, es lo mejor que podemos desear. Esa paz que Él nos da está y que está por encima de todo; por encima, incluso, del propio pecado. Porque Él es nuestra paz. Cuando desilusiones o desencantos parezcan superarnos, dejemos resonar en nuestro interior estas palabras suyas: Tened valor: yo he vencido al mundo.

 
 
 

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