Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños. Pues os digo que sus ángeles en el cielo contemplan continuamente el rostro de mi Padre del cielo.
Los discípulos están tan preocupados por su posición jerárquica en el inminente reino de Jesús, que pierden todo recato y se atreven a preguntar a Jesús quién de ellos será el más importante. Parece ridículo, pero no lo es tanto, porque todos albergamos el mismo virus. Jesús repite la lección llamando a un niño, colocándolo en el medio y asegurándonos que si no nos hacemos como niños no entraremos en el reino. El niño encarna la vulnerabilidad, la fragilidad, la indefensión. El niño encarna, sobre todo, la confianza. Los preferidos de Jesús y del Padre del cielo no son los grandes, sino los pequeños. A mayor fragilidad y pequeñez, mayor protección y cariño. Claro que los Ángeles Custodios adoptan rostros y apariencias diferentes.
El Papa Francisco, comentando esta fiesta de los Ángeles Custodios, dice: ¿Pensamos en cuántas veces ha escuchado el Señor nuestra oración enviándonos un Ángel? Este Ángel es el que inesperadamente nos sale al encuentro para sacarnos de situaciones complicadas, para arrancarnos del poder de la muerte y del maligno, para indicarnos el camino cuando nos extraviamos, para consolar nuestro corazón destrozado, o simplemente para decirnos: No estás solo.
Esta celebración de los Ángeles Custodios expresa la solicitud de Dios que vela por todos y cada uno de sus hijos. Es también una invitación a agradecer al Señor por tantos ángeles que ha puesto a lo largo de la vida, desde nuestra más tierna infancia hasta hoy. De igual manera, hoy celebramos el haber sido elegidos para ser ángeles de otras personas que Dios pone en nuestro camino.
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