Hoy es el aniversario de la consagración de la basílica de estos dos apóstoles en Roma el año 560. De Felipe tenemos un bosquejo preciso y precioso en sus palabras a Nicodemo: Ven y verás (Jn 1, 46). A Santiago el Menor se le atribuye la carta de Santiago. Gozaba de gran autoridad en la comunidad de Jerusalén; allí fue lapidado (Hch 12, 1).
Le dice Felipe: Señor, enséñanos al Padre y nos basta.
¿Cómo es el Padre? La imagen que tenemos, desde niños, es la de un anciano de barba blanca. A Felipe le gustaría saber cómo es de verdad. Jesús se lo hace saber con toda claridad: Tanto tiempo llevo con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre. En otro momento dirá: Yo y el Padre somos uno (Jn 10, 30). Entonces, a la pregunta ¿cómo es el Padre?, la respuesta es: como Jesús. Quienes con la luz y la fuerza de la fe vemos a Jesús y seguimos sus pasos, haremos las obras que Él hace y aún mayores. Así de sencillo, así de grandioso.
Hacemos nuestras las palabras de Pablo: Porque en Él reside toda la plenitud de la divinidad corporalmente, y vosotros alcanzáis la plenitud en Él (Col 2, 9). No necesitamos embarullarnos con el misterio trinitario. Basta que, como dice Juan de la Cruz, pongamos los ojos solo en Él. En este hombre, de carne y hueso como nosotros, que encontramos en las páginas de los Evangelios. Así alcanzamos la plenitud. Así lo hacía la gran maestra Teresa de Lisieux: Solo tengo que poner los ojos en el santo Evangelio para respirar los perfumes de la vida de Jesús y saber hacia dónde correr.
Comments