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03/06/2025 Santos Carlos Luanga y compañeros (Jn 17, 1-11a)

  • Foto del escritor: Angel Santesteban
    Angel Santesteban
  • 2 jun
  • 2 Min. de lectura

Levantando la vista al cielo, dijo: Padre, ha llegado la hora: glorifica a tu Hijo para que tu Hijo te glorifique a ti.

Levantando la vista al cielo. Después de dirigirse a los discípulos con el discurso de despedida de la última cena, Jesús se dirige al Padre con esta oración que comprende todo el capítulo 17 del Evangelio de Juan. Unos la llaman oración sacerdotal. Hay quien prefiere llamarla oración de la hora; otros, oración de glorificación. Una lectura pausada y orante de esta oración nos adentra en el mejor conocimiento y amor de Dios.

 

Padre, ha llegado la hora. La hora de la que había hablado a su madre en Caná: la de la cruz. La hora, como dice el Papa Benedicto, de la extrema radicalización del amor incondicional de Dios; amor en el que, a pesar de todas las negaciones por parte de los hombres, Él se entrega, toma sobre sí el NO de los hombres, para atraerlo de este modo a su SÍ.

 

Glorifica a tu Hijo para que tu Hijo te glorifique a ti. No es que Jesús busque su propia gloria; es que la gloria suya y la del Padre son una misma gloria. El Papa Francisco comenta: Jesús pide la gloria, una petición que parece paradójica mientras la Pasión está a las puertas. ¿De qué gloria se trata? La gloria, en la Biblia, indica la revelación de Dios, es el signo distintivo de su presencia salvadora entre los hombres.

 

Ya que le has dado poder sobre todos los hombres para que dé vida eterna a cuantos le has confiado.

El poder de Dios no es otra cosa que amor, porque Dios es amor. No le es posible no amar.

 
 
 

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