Inmediatamente obligó a los discípulos a subir a la barca y a ir por delante de Él a la otra orilla, mientras Él despedía a la gente.
Le urge apartar a los discípulos del fervor mesiánico de la gente después de haber dado de comer a la multitud. También Él necesita distanciarse de la popularidad y de la tentación del poder. Así que, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar; al atardecer estaba allí solo.
En unos minutos, los discípulos pasan de la euforia del milagro de los panes y los peces, a la angustia del oleaje y la oscuridad. No reconocen al Señor que se les acerca caminando sobre el mar. Cuando Él les habla, Pedro hace un admirable acto de fe: Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti sobre las aguas. Y, animado por Jesús, deja la barca y comienza a caminar sobre las olas.
Es una estampa espléndida para meditar sobre la fe; y para evaluar mis reacciones en situaciones extremas. Es un buen retrato de los momentos más complicados de la vida. Recordaremos momentos para alabar a Dios por haber mantenido los ojos fijos en los del Señor y haber capeado recios temporales. Recordaremos momentos en que el miedo o la cobardía nos atenazaron y nos vimos sobrepasados por las olas. Aprenderemos que cuando miramos al Señor somos fuertes, pero cuando nos miramos a nosotros mismos o a nuestro alrededor, nos hundimos.
No es lo mismo caminar con Él que caminar a tientas. Sabemos bien que la vida con Él se vuelve más plena y que con Él es más fácil encontrar un sentido a todo. Por eso difundimos Evangelio (Papa Francisco).
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