03/08/2025 Domingo 18 (Lc 12, 13-21)
- Angel Santesteban
- 2 ago
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Las tierras de un hombre dieron una gran cosecha. Él se dijo: ¿qué haré, que no tengo dónde guardar toda la cosecha?
Jesús ha introducido la parábola del rico necio con estas palabras: ¡Atención! ¡Guardaos de cualquier codicia, que, por más rico que uno sea, la vida no depende de los bienes!
El rico insensato lo conjuga todo en primera persona. Solamente existe su yo. No cae en la cuenta de que todo es regalo de Dios. Tampoco cae en la cuenta de que lo recibido no es para ser guardado en un granero, sino para ser compartido.
El salmo responsorial de este día es la oración de la sensatez. Dice: Enséñanos, Señor, a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato (Salmo 90, 12). El paso de los años debe inyectar en nosotros sensatez. Debemos aprender a convivir serenamente con la pobreza propia y la ajena. O seremos unos ancianos avinagrados y ariscos.
La parábola del rico insensato es de una enorme actualidad. Estamos viendo a diario cómo la insensatez, el afán de riquezas, la corrupción, siguen muy vivas; quizá de especial manera en el mundo de la política. Pero, ¡atención!; no caigamos también nosotros en la insensatez de mantener el dedo apuntado hacia otros. Seamos sensatos admitiendo que tampoco nosotros sabemos vivir desprendidos de los bienes propios; seamos sensatos admitiendo que también a nosotros nos puede a veces la tentación del acumular y acaparar.
Nosotros, los mayores, somos insensatos pensamos que ya hemos cumplido con nuestra misión y ahora nos toca descansar; y nos inhibimos, por ejemplo, de las pequeñas tareas del hogar.
Los años de jubilación deben ser años de sabiduría y sensatez sabiendo vivir más centrados en los demás.
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