Simón le respondió: Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.
Es un momento de abatimiento para Pedro. Está desanimado por el cansancio y el fracaso del trabajo durante la noche. Jesús le ha dicho: Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca. Su primera reacción ha sido la de mandar a paseo a Jesús, porque lo que pide es un despropósito y porque Jesús no sabe de pesca. Pero Pedro supera su primer impulso y obedece a regañadientes. Es una gran lección: Por tu palabra, echaré las redes.
Al verlo, Simón Pedro cayó a las rodillas de Jesús, diciendo: Aléjate de mí, que soy un hombre pecador.
Es un momento de gracia para Pedro. Es precisamente en ese momento de abatimiento cuando la luz de la verdad le deslumbra. La gran cantidad de pescado le hace ver el asombroso esplendor de Jesús. Y desde ese esplendor percibe su propia miseria. Parecido a lo sucedido a Moisés: Yo haré pasar ante tu vista toda mi bondad y pronunciaré delante de ti el nombre de Yahvé, pues concedo mi favor a quien quiero (Ex 33, 19).
Pedro nunca se ha sentido tan pecador como ahora. Y nunca como ahora ha tenido a Jesús tan cercano. Ahora comienza a comprender a Jesús, y su mensaje de misericordia y perdón, y su acogida a pecadores.
Reconocer el pecado, siempre desde la misericordia de Jesús, y pedir perdón, es la mejor manera de permanecer en Él, como el sarmiento en la vid. La conciencia profunda de pecado del creyente es cosa muy saludable si vivida desde la conciencia, más profunda aún, de que Dios es amor y solo amor.
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