Algunos de los fariseos dijeron: ¿Por qué hacéis en sábado una cosa prohibida?... Jesús les dijo: El Hijo del Hombre es Señor del sábado.
Jesús y los discípulos disfrutan del descanso del sábado paseando por los amarillentos campos de trigo. Se entretienen comiendo los granos que obtienen restregando las espigas con las manos. Los fariseos, escrupulosos cumplidores de la ley, se lo echan en cara porque está prohibido cosechar en sábado. Jesús pone al hombre y se pone a sí mismo por encima de la ley. No se hizo el hombre para el domingo, sino que el domingo ha sido hecho para el hombre.
Los fariseos de entonces y de ahora son personas muy religiosas, convencidas de lo correcto de su vida y de sus convicciones. Se aferran al pasado, personal o colectivo. Adolecen de fanatismo mostrándose intransigentes con quienes no son como ellos. Su inmovilismo les incapacita para seguir a Jesús.
El Papa Francisco dice: También en nuestros días encontramos muchos cristianos sin Cristo. Por ejemplo, quienes tienen la enfermedad de los fariseos; son cristianos que ponen su fe y su religiosidad en muchos mandamientos: ¡Ah! Debo hacer esto, debo hacer lo otro. Hacen las cosas porque se tienen que hacer, pero no saben por qué lo hacen.
El Hijo del Hombre es Señor del sábado.
El suyo es un señorío sobre todo señorío. Al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos y toda lengua confiese que Cristo Jesús es el Señor para gloria de Dios Padre. Su ley está por encima de toda ley. Ésta es su ley: que os améis los unos a los otros como yo os he amado.
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