03/10/2025 Viernes 26 (Lc 10, 13-16)
- Angel Santesteban

- 2 oct
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¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! Pues si en Tiro y en Sidón hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido.
Corozaín y Betsaida eran poblaciones judías; Tiro y Sidón, paganas. Los habitantes de las dos primeras pertenecían a una religión muy superior a cualquier otra religión de su tiempo. Pero la costumbre y la inercia habían provocado una especie de cirrosis del espíritu que la habían momificado privándola de vitalidad. Habían escuchado a Jesús y habían presenciado sus milagros, pero nada de eso afectó a sus vidas. Estaban satisfechos con su religiosidad. Así es cómo lo bueno suele acabar convirtiéndose en el peor enemigo de lo mejor. Todo esto puede darse también entre cristianos.
Podríamos pensar que nuestra vida es cristiana porque cumplimos con el culto y con los mandamientos, cuando la relación personal con Jesús es prácticamente nula. ¿Quizá pertenecemos a ese grupo de cristianos para quienes la religión es más una ideología que una experiencia? Una característica de este grupo de cristianos es su pesimismo y desencanto ante el rumbo de los acontecimientos actuales.
¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida!
Detrás de estas palabras vemos a un Jesús triste ante la imposibilidad de romper la coraza religiosa que impide una vida mejor. Coraza que, por otra parte, deja abierta la puerta a un cortejo de demonios que acompañan a quien carece de su Espíritu: ¿Hasta el cielo te vas a encumbrar? ¡Hasta el infierno te hundirás!
A todos nos queda un largo camino por hacer en la tarea de asimilar el Evangelio y enriquecer nuestra relación personal con Jesús. El mejor compañero de camino será la Palabra; especialmente la de los Evangelios.
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