10/12/2025 Miércoles 2º de Adviento (Mt 11, 28-30)
- Angel Santesteban

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Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré.
Todos conocemos momentos de cansancio; incluso de desesperación. Como el profeta Elías, que caminó por el desierto una jornada de camino y al final se sentó bajo una retama y se deseó la muerte: ¡Basta, Señor! ¡Quítame la vida, que yo no valgo más que mis padres! (1 R 19, 4).
En momentos semejantes es bueno acercarse a Jesús recordándole lo que nos dice y entendiendo que no promete suprimir agobios, sino aliviarlos. Se trata de entrar, de la mano del sufrimiento, en lo profundo del misterio de amor de la cruz.
En momentos semejantes podemos recurrir también a otras balsámicas palabras de las Escrituras. Por ejemplo: El Señor está cerca de los desanimados, él salva a los espíritus hundidos (Salmo 34, 19). O también: Como aquel a quien su madre consuela, así yo os consolaré. Al verlo se alegrará el corazón, vuestros huesos como césped florecerán (Is 66, 13-14). Y las del salmo primero: Será como árbol plantado junto a acequias, que da fruto en su sazón, y su follaje no se marchita; todo cuanto emprende prospera (Salmo 1, 3).
Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y os sentiréis aliviados.
Está claro cuál es su yugo: la cruz. Él mismo la llevó sobre sus hombros y en ella murió: Quien no toma su cruz y me sigue no es digno de mí (Mt 10, 38). Como está claro que junto a Él la cruz se hace más llevadera: Aquel día te quitará su carga de encima del hombro y su yugo de sobre tu cerviz será arrancado. Y el yugo será destruido (Is 10, 27).
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