11/12/2025 Jueves 2º de Adviento (Mt 11, 11-15)
- Angel Santesteban

- hace 1 día
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Os aseguro, de los nacidos de mujer no ha surgido alguien mayor que Juan el Bautista. Y sin embargo, el último en el reino de Dios es mayor que él.
Quienes vivimos estos tiempos mesiánicos, somos mayores que el Bautista, el mayor de los profetas del Antiguo Testamento. El apóstol Pedro quiere que así lo entendamos: Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que, según su gran misericordia y por la resurrección de Jesucristo de la muerte, nos ha regenerado para una esperanza viva, una herencia incorruptible, incontaminable e inmarcesible, reservada para vosotros en el cielo (1 P 1, 3-4).
También Pablo quiere que saboreemos y disfrutemos de la nueva realidad: Que podamos comprender con todos los santos la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, y conocer el amor de Cristo que excede todo conocimiento, y os llenéis de toda la plenitud de Dios (Ef 3, 18-19).
La llegada de Jesús lo cambia todo. Antiguos y santos vinos y odres quedan obsoletos. Los tiempos mesiánicos trascienden totalmente a los tiempos que los han precedido y preparado. Quienes vivimos estos tiempos sabemos que nada ni nadie nos puede separar del amor de Dios (Rm 8, 39), porque hemos sido comprados a un alto precio (1 Cor 7, 23), y ningún hijo de Dios se pierde porque así lo quiere Dios (Mt 18, 14). Por eso que mi corazón se regocija por el Señor y mi boca se burla de mis enemigos porque celebro tu salvación (1 S 2, 1).
Jesús reconoce la grandeza del Bautista, pero la relativiza. Nos lo dice con estas tan reconfortantes palabras: Dichosos vuestros ojos; muchos profetas desearon ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron (Mt 13, 17).
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