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03/11/2021 Miércoles 31 (Lc 14, 25-33)

¿Quién de vosotros, que quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos y ver si tiene para acabarla?

El Evangelio de hoy comienza así: Mucha gente acompañaba a Jesús. Ninguno de los que le acompañaban era consciente de lo que suponía el seguimiento de Jesús. En una ocasión, hubo quien se entusiasmó tanto con Él que, en un arrebato de fervor, le dijo: Te seguiré adondequiera que vayas. Aquel fervor se enfrió ante la respuesta de Jesús: Las zorras tienen guaridas y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza (Lc 9, 57-58).

Hoy nos habla Jesús de las condiciones del seguimiento, del ser cristiano. Lo hace con una radicalidad desconcertante. Quien se decide a seguirle, ha de relativizar todo lo demás, desde los vínculos familiares hasta la propia vida.

Las parábolas de la torre y de la guerra son un toque de atención para exaltados; para hombres y mujeres de grandes sueños y de pequeñas realidades. A Jesús no le complacen las multitudes. No le seduce la inflación del concepto cristiano prevalente en un reciente pasado en países de cristiandad. No le convencen los que se dicen católicos y no conocen el ABC del Evangelio. Considera ridículo hacerse pasar por seguidor suyo y no vivir conforme al Evangelio.

El seguimiento de Jesús no es para personas que dependen demasiado del sentimiento; tampoco para personas irreflexivas. El aspirante a seguidor de Jesús, se sienta primero a calcular los gastos. Aquí, calcular es lo mismo que buscar; buscar hasta encontrar el modo de vivir el seguimiento hasta sus últimas consecuencias. Ese modo es encontrado por quien ha hecho suya la convicción de Pablo: Sé de quién me he fiado.

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