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03/12/2020 San Francisco Javier (Mt 7, 21; 24-27)

No todo el que me diga: ¡Señor, Señor!, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre que está en los cielos.

Evangelio tomado del gran Sermón de la Montaña. Jesús nos dice claramente en qué consiste ser cristiano verdadero. No consiste en asumir unas doctrinas o ser muy rezadores. Consiste en hacer la voluntad del Padre. O, lo que es lo mismo, como lo dice después, en hacer nuestras estas palabras mías. Palabras mías que se resumen en: Este es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros como yo os he amado (Jn 15, 12).

Todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena.

Edificamos sobre arena cuando reducimos lo cristiano a doctrinas y ritos. Santa Teresa escribe a sus monjas: Obras quiere el Señor. Y si ves una enferma a quien puedes dar algún alivio, no se te dé nada de perder tu devoción y te compadezcas de ella; y si tiene algún dolor, te duela a ti; y si fuere menester, lo ayunes, porque ella lo coma.

Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina.

Palabras que evocan estas otras: Entonces empezaréis a decir: Hemos comido y bebido contigo… Pero os volverá a decir: No sé de dónde sois (Lc 13, 26). Nos creemos con derechos a que se nos abran las puertas, pero somos rechazados. El Papa Francisco nos invita a preguntarnos: ¿Soy cristiano del decir o del hacer? ¿Soy humilde, y trato siempre de servir al señor y a los hermanos?

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