El profeta Isaías nos pone en sintonía con el Adviento: Vecinos de Sión, habitantes de Jerusalén, no tendréis que llorar, porque se apiadará al oír vuestro gemido: apenas os oiga, os responderá (Is 30, 19). Entre tanta penuria, esperamos que la irrupción de Dios en nuestra historia traiga prosperidad: lluvia, cosechas, ganados…; cuando el Señor vende la herida de su pueblo y cure la contusión de su golpe. Nosotros, ya inmersos en estos tiempos mesiánicos, estamos llamados a vivirlos en fe; y a proclamarlos a todo el mundo, como escuchamos en el Evangelio de hoy: Id y proclamad que ha llegado el Reino de los cielos. Así lo hace Él recorriendo ciudades y aldeas enseñando, anunciando, curando.
Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor.
A mí me gusta soñar una Iglesia que viva la compasión de Jesús. Compasión es padecer con, sentir lo que sienten los demás, acompañar en los sentimientos. Las personas esperan encontrar en nosotros la mirada de Jesús, a veces sin ni siquiera saberlo, esa mirada tierna, feliz, que entra en el corazón (Papa Francisco).
¡La mirada de Jesús! ¿Cuánto se parecen mis ojos a los suyos? ¿Cómo miro a quien tengo cerca y necesita mi atención o comprensión? ¿Cómo miro a esta sociedad nuestra tan desorientada como rebaño de ovejas sin pastor?
Nuestros ojos no se parecen a Jesús cuando juzgamos o cuando nos amargamos ante tanta banalidad y tanta arrogancia. Entonces los arrogantes somos nosotros. No seamos tan poco creyentes y tan necios como para pensar que si los hilos de la historia estuviesen en nuestras manos algo mejor irían las cosas. Visto desde Dios, todo está bien.
Comments