Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos.
Cuando no es posible controlar los sentimientos, es posible controlar la voluntad. Y cuando no sentimos cariño hacia una persona, podremos superar la antipatía con palabras o gestos que quieren ser amables. El amor de Jesús perdonando a quienes le crucifican no tiene nada de romántico o sentimental. Siempre podemos, y debemos, rezar por quienes no encajan bien en nuestras vidas.
Hoy tenemos de nuevo Jesús que nos invita a superar lógicas y sentidos comunes humanos, a atrevernos a aspirar a cosas que parecen superar nuestras posibilidades. Para Dios nada hay imposible.
Lo que Jesús nos dice es mucho más que una exhortación moral; es una revelación del ser de Dios. Por eso, cuando tan frecuentemente decimos aquello de hágase tu voluntad, nos comprometemos a identificarnos con quien hace salir su sol sobre malos y buenos.
Comenta el Papa Francisco: Jesús nos pide amar a los enemigos. ¿Cómo se puede hacer? Jesús nos dice: rezad por vuestros enemigos. La oración hace milagros; y esto vale no solo cuando tenemos enemigos, sino también cuando percibimos alguna antipatía, alguna pequeña enemistad.
Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial.
¿Estará delirando Jesús? ¿O estará aplicando también aquí el principio universal de que para Dios todo es posible? Nuestra capacidad de ir más allá de lo humanamente posible es muy real. Así lo entiende san Pablo. Vosotros no seguís el instinto sino al Espíritu, si es que el Espíritu de Dios habita en vosotros (Rm 8, 9).
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