04/07/2025 Viernes 13 (Mt 9, 9-13)
- Angel Santesteban
- hace 35 minutos
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Cuando se iba de allí, al pasar, vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de los impuestos.
Marcos y Lucas le llaman Leví. El evangelista nos ofrece detalles muy significativos del personaje. Está sentado, instalado. Aunque su oficio de recaudar impuestos para el imperio romano hace de él un marginado, y los buenos judíos rehúyen todo trato con él, Mateo vive satisfecho. Es un hombre rico. El dinero lo es todo para él.
Un día, como por casualidad, al pasar, los ojos de Mateo se encuentran con los de Jesús. Y escucha una orden: Sígueme. Mateo se levantó y le siguió. Jesús, se salta toda norma del buen sentido común judío, y llama a Mateo para hacer de él uno de sus apóstoles. Aquel instante marcó un antes y un después en la vida de Mateo.
Se sentaron con Jesús y sus discípulos.
Los que se sientan para celebrar son publicanos y pecadores; la gente menos recomendable del lugar. Se sienten cómodos con Jesús; y Jesús con ellos. Los buenos, como el hermano mayor del pródigo, quedan fuera. No se sienten cómodos con Jesús: ¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?
Id, pues, a aprender qué significa: Misericordia quiero que no sacrificio.
De nuevo la insistencia de Jesús en que la religión gire menos en torno a Dios, y gire más en torno a los prójimos. Al Señor le agradan los corazones sinceros y compasivos, no los que se dedican a cumplir escrupulosamente todo rito y toda ley: No me aplacan vuestras reuniones litúrgicas. Retirad de mi presencia el barullo de los cantos. Que fluya como el agua el derecho y la justicia como arroyo perenne (Amos 5, 21-25).
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