04/09/2025 Jueves 22 (Lc 5, 1-11)
- Angel Santesteban
- hace 5 días
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Se sentó y se puso a enseñar a la multitud desde la barca.
Escena para la contemplación: la mañana azul, el lago sereno, en la orilla la multitud sedienta de la palabra de Jesús… Y cuando Jesús acaba de hablar dice a Simón:
Boga lago adentro y echa las redes para pescar.
Jesús no sabe de pesca; Pedro, sí. Ha estado toda la noche intentando pescar pero no ha conseguido nada. Está cansado y, aunque no las tiene todas consigo, obedece: por tu palabra, echaré las redes. Es una buena sugerencia para nosotros cuando desanimados. La palabra de Jesús que bebemos en los Evangelios es poderosa.
Capturaron tal cantidad de peces que reventaban las redes.
Los peces de Simón, el vino de Caná, la exuberancia de la creación, la infinitud del universo… Dios es siempre desmesurado, derrochón.
Al verlo, Simón Pedro cayó a los pies de Jesús y dijo: ¡Apártate de mí, Señor, que soy un pecador!
Un rayo de luz deslumbra a Pedro; vive un momento de lucidez espléndida. Comprende quién es Jesús y, desde Jesús, se comprende a sí mismo. Es un momento que, por gracia de Dios, los seguidores de Jesús estamos supuestos a experimentar.
Jesús no se va a apartar. Al contrario, precisamente por su fragilidad y miseria, Jesús va a estar siempre cerca de Pedro. Como está siempre cerca de los pecadores. Para eso ha venido.
No temas, desde ahora serás pescador de hombres.
Pedro entiende que Jesús le invita a horizontes más amplios que los del pequeño lago de Genesaret. Ser pescador de hombres es la misión de todos los que creemos en Él. No es cosa de proselitismo, sino de ejercer el poder de atracción de una vida que irradia confianza y paz.
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