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04/11/2021 San Carlos Borromeo (Lc 15, 1-10)

Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a Él para oírle. Los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: Éste acoge a los pecadores y come con ellos.

Come con ellos. Ellos y nosotros. Ellos, los malos; nosotros, los buenos. Y nos distanciamos de los malos para no ser contaminados. Así funciona el subconsciente religioso de fariseos y escribas. Este subconsciente suele aparecer en personas piadosas que abundan en oraciones de expiación y desagravio. Y adoptan actitudes excluyentes, cuando Jesús es siempre incluyente: No he venido a llamar a justos, sino a pecadores (Mt 9, 13).

¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el campo y va a buscar la extraviada hasta encontrarla?

Jesús dirige las tres parábolas de lo perdido (oveja, moneda, hijo) a fariseos y escribas, y a quienes compartimos actitudes excluyentes. El Papa Francisco, comentando las dos parábolas de hoy, comenta: Tanto el pastor como la mujer hacen de todo para encontrar lo que han perdido. Y cuando lo encuentran se llenan de alegría. No juzguemos nunca. Digamos: Dios sabe, es su vida, yo no lo excluyo de mi corazón, de mi oración, de mi saludo, de mi sonrisa, y si tengo ocasión le digo una palabra bonita.

Jesús es consciente de ser el rostro de la misericordia del Padre. Misericordia siempre más grande que cualquier pecado. Misericordia tan bellamente descrita por Oseas: La cercaré con seto y no encontrará más sus senderos; perseguirá a sus amantes y no los encontrará, los buscará y no los hallará… Voy a seducirla; voy a llevarla al desierto y le hablaré al corazón y ella responderá allí como en los días de su juventud (Os 2).

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