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04/12/2021 Sábado 1º de Adviento (Mt 9, 35 - 10, 1; 5-8)

El sermón de la montaña ocupa los capítulos 5, 6 y 7 de Mateo. Al bajar de la montaña estalla el gozo del Reino, y los capítulos 8 y 9 son el sermón de los milagros. Así concluye: Jesús recorría todas las ciudades y pueblos, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y sanando toda clase de enfermedades y dolencias.

Todas: enfermedades y dolencias. Todas: ciudades y pueblos. Con el Reino llega la totalidad, la universalidad, la plenitud del que lo llena todo en todo (Ef 1, 23). Porque de Él, por Él y para Él son todas las cosas. ¡A Él la gloria por los siglos! Amen (Rm 11, 35).

La mies es abundante pero los braceros son pocos. Rogad al amo de la mies que envíe braceros a su mies.

Jesús quiere que los discípulos colaboremos en la tarea de proclamar la Buena Noticia. No nos pide que nos pongamos en camino, sino que roguemos. ¡Qué dulce es estar frente a un crucifijo, o de rodillas delante del Santísimo, y simplemente estar ante sus ojos! ¡Cuánto bien nos hace dejar que Él vuelva a tocar nuestra existencia y nos lance a comunicar su vida nueva! La mejor motivación para decidirse a comunicar el Evangelio es contemplarlo con amor, es detenerse en sus páginas y leerlo con el corazón (Papa Francisco).

Gratis lo recibisteis, dadlo gratis.

A la totalidad y universalidad acompañan el derroche, la esplendidez, la gratuidad; a fondo perdido, sin esperar retorno. Quien ha creado un universo gratuito (¿para qué tanto, Señor?), se nos da gratuitamente en Jesús. Ante este amor de Dios llevado hasta el extremo en el Crucificado, solamente cabe callar y llorar de agradecimiento (Teresa de Lisieux).

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