Al día siguiente, Jesús se disponía a marchar a Galilea, cuando encuentra a Felipe y le dice: Sígueme.
El Evangelista Juan muestra especial interés en presentar el momento inicial de la vocación de los discípulos de Jesús. Los dos primeros fueron Juan y Andrés; comenzaron a seguir a Jesús por indicación del Bautista, su maestro. El tercero fue Simón Pedro; se encontró con Jesús gracias a su hermano Andrés.
Hoy es el turno de Felipe y Natanael. Felipe es el único caso sin intermediarios. Jesús le dice: Sígueme. Luego, Felipe, seducido por Jesús, encuentra a Natanael y le conduce a Jesús. Aunque todo discípulo, todo creyente, tiene su historia de fe y de vocación, todos coincidimos en el encuentro con Jesús. Encuentro muy personal. De no ser tal, no hay verdadero seguimiento ni verdadera fe.
Felipe encuentra a Natanael y le dice: Hemos encontrado al que describen Moisés en la ley y los profetas: Jesús, hijo de José, natural de Nazaret.
Felipe quiere hacer partícipe del gran descubrimiento a su amigo Natanael. Asiste contento y discreto al encuentro de su amigo con Jesús. En verdad, todo verdadero creyente es verdadero misionero. Natanael, seducido por Jesús, llega a decir: Rabí, tú eres el Hijo de Dios, el rey de Israel. Y Jesús le responde que lo que está viviendo no es nada comparado con lo que le espera: Cosas más grandes que éstas verás. Y, puesto a explicar estas cosas más grandes, dice:
Os aseguro que veréis el cielo abierto y los ángeles de Dios subiendo y bajando por este Hombre.
La cosa más grande es Jesús Crucificado; es la manifestación suprema de la gloria de Dios; es el camino real de comunicación, de ascenso y descenso, entre Dios y los hombres.
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