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05/08/2021 Jueves 18 (Mt 16, 13-23)

¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?

Todos se apresuran a responder; es fácil decir lo que otros dicen. Como es fácil ser cristiano cuando se hace y se dice lo que otros hacen y dicen, pero sin verdadero compromiso personal. Así ha sido para quienes han vivido un cristianismo social en países de cristiandad y nunca han tomado una decisión personal. Ahora, con los nuevos tiempos, esa cuasi-fe, social o heredada, se evaporó. Perfectamente normal.

Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

De primeras, silencio; todos callan. Solamente Pedro, movido por el Espíritu, da una respuesta que ni él mismo entiende, o entiende de manera equivocada: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. El mesianismo con el que sueña Pedro no guarda ningún parecido con el mesianismo de Jesús. Por eso tiene lugar la siguiente escena en la que Pedro queda tan mal parado.

¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte… Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios.

A Jesús le sigue persiguiendo la tentación del poder. La misma que comenzó en el desierto y aparecerá de nuevo en la cruz. Se defiende con violencia. Lo paga el pobre Pedro, que en breves momentos pasa del éxito al fracaso, de la euforia al descalabro. Se le han subido los humos a la cabeza y se ha metido a maestro del Maestro.

Miramos con cariño al bueno y torpe Pedro. Al fin y al cabo nos representa a todos, con nuestros deseos ocultos de corregir a Jesús; de llegar al todo sin pasar por la nada; de llegar a la resurrección sin pasar por la cruz.

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