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05/08/2022 Viernes 18 (Mt 16, 24-28)

El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.

Jesús acaba de reprender severamente a Pedro: ¡Aléjate, Satanás! Quieres hacerme caer. Piensas como los hombres, no como Dios. Ahora se dirige a todos los discípulos, a los de entonces y a los de ahora. Quienes le seguimos debemos tener claro que vamos con Él camino de Jerusalén y de la cruz. Le seguimos con los ojos puestos únicamente en Él, sin dejarnos condicionar por nada nuestro, pasado o futuro, bueno o malo. Como Pablo: Olvidando lo que queda atrás, me esfuerzo por lo que hay por delante y corro hacia la meta, hacia el premio al cual me llamó Dios desde arriba por medio del Mesías Jesús (Flp 3, 13-14).

¿Qué le aprovecha al hombre ganar todo el mundo a costa de su vida?

Se diría que la ocupación principal de nuestra vida es la de intentar ganar; ganar lo que sea: bienes materiales, prestigio, afecto, salud… Somos tan pobres que buscamos algún provecho o ganancia en todo; también en las relaciones con Dios. Le pedimos una buena vida y le pedimos que nos ahorre todo sufrimiento. Nos cuesta entender y aceptar que Él no ha venido a eliminar las cruces de la vida, sino a acompañarnos llevando su cruz por delante de nosotros.

Quien se empeñe en salvar su vida la perderá.

La vida no nos ha sido dada para que la guardemos en tierra timoratamente, como el siervo de la parábola; eso es vivir para uno mismo. La vida nos ha sido dada para, asumiendo riesgos, compartirla y hacerla fructificar. Eso es amar. Tal como lo hizo quien, amándonos hasta el extremo, se entregó por nosotros.

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