05/08/2025 Dedicación de la Basílica de Santa María (Mt 14, 22-36)
- Angel Santesteban
- 4 ago
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Después de despedir a la gente subió al monte a solas para orar. Llegada la noche estaba allí solo.
Primera escena del Evangelio de hoy. Contemplamos a Jesús que, como suele, ora en la montaña; a solas con el Padre. Pero esto no le distrae, y desde la atalaya de la oración sigue de cerca las peripecias de los suyos.
Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. A la cuarta vela de la noche se les acercó.
Segunda escena del Evangelio de hoy. Contemplamos a Jesús que aparece cerca de los discípulos en los momentos difíciles. La peligrosa travesía del lago es una parábola aplicable a todos nosotros. A los discípulos se les acababan las fuerzas remando para mantenerse a flote. Están angustiados ante el vendaval, el oleaje, la oscuridad. Tanto que cuando Jesús se les acerca se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma.
Jesús trata de apaciguarles: ¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo! Son las palabras centrales del episodio. Las palabras que deben inspirar nuestras vidas. Pedro, fiándose de la palabra de Jesús, abandona la barca y camina sobre el agua. Hasta que los elementos adversos pueden más que su fe; y comienza a hundirse: Señor, sálvame. Jesús le recrimina su poca fe: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado?
Tener fe quiere decir, en medio de la tempestad, tener el corazón dirigido a Dios, a su amor, a su ternura de Padre. Jesús quiere enseñar esto a Pedro y a los discípulos, y también hoy a nosotros. Él está presente junto a nosotros. Y levantándonos de nuestras caídas, nos hace crecer en la fe (Papa Francisco).
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