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05/11/2021 Viernes 31 (Lc 16, 1-8)

A los discípulos les decía: Un hombre rico tenía un administrador.

Así comienza el capítulo 16 del Evangelio de Lucas, capítulo que se centra en el uso, bueno o malo, de las riquezas. Dirá Jesús, por ejemplo: Haceos amigos con el dinero injusto (v. 9). O también: No podéis estar al servicio de Dios y del dinero (v. 13).

La de hoy es una parábola extraña. La llamamos parábola del administrador infiel. Sería mejor llamarla parábola del administrador astuto. La clave para entenderla está al final: El amo alabó al administrador deshonesto por la astucia con que había actuado. Pues los ciudadanos de este mundo son más astutos con sus colegas que los ciudadanos de la luz.

No se nos invita a imitar la conducta injusta del administrador, sino su sagacidad: Se dijo entre sí el administrador: ¿Qué haré ahora que mi señor me quita la administración? El administrador se detiene a pensar y, sin dejarse aplastar por la dramática circunstancia del momento, toma de inmediato una decisión excepcional. La parábola relativiza el valor de los bienes materiales; lo que de verdad importa es la vida. La parábola es una invitación a no quedarnos cruzados de brazos ante los reveses de la vida: Sed cautos como serpientes y sencillos como palomas (Mt 10, 16).

Jesús dirige la parábola a los suyos, a los que seguimos sus pasos. Porque al seguidor de Jesús no le es posible mantenerse fiel y firme en su camino, sin dedicar tiempo al silencio y a la reflexión. Pero no cualquier silencio o reflexión; el silencio y la reflexión deben estar iluminados por la fuente de sabiduría que es la Palabra de Dios. Sin esto, la vitalidad del cristiano acabará siendo neutralizada por la mediocridad y la rutina.

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