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05/12/2020 Sábado 1º de Adviento (Mt 9, 35 - 10, 8)

Jesús recorría las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia.

Jesús acude los sábados a la sinagoga, como hacía todo buen judío y como lo sigue haciendo todo buen cristiano acudiendo los domingos a la iglesia. Pero Jesús saca la religión de la sinagoga o de la iglesia. Él, para rezar, prefiere la soledad en la naturaleza: Se retiraba a lugares solitarios, donde oraba (Lc 5, 16). Y recorre ciudades y aldeas ocupándose de la gente. Siente compasión por ellos porque van por la vida como ovejas sin pastor.

Así debe ser para todo seguidor de Jesús. El culto de iglesia es bueno en la medida en que me lleva a vivir como vivía Él: pendiente de los prójimos. Si vivo centrado en mí mismo y en mis problemas careceré de esa sensibilidad. Y mi culto, por piadoso que parezca, será falso. Pero si albergo un desprendimiento como el suyo y una compasión como la suya, entonces seré capaz de hacer lo que Él hacía y que me manda hacer: Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis, dadlo gratis.

Al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella.

No cedamos a la tentación de mirar a la sociedad con disgusto y pesimismo. Razones no faltan. Pero la contemplación de este Jesús compasivo nos invitará a la desinstalación, a salir al encuentro de los últimos, de aquellos que no cuentan para nadie, pero que sin embargo son preciados a los ojos de Dios. Desde ellos nos convoca a hacer el camino de liberación juntos y a anunciar que el corazón de Dios no tiene fronteras (Papa Francisco).

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