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05/12/2022 Lunes 2º de Adviento (Lc 5, 17-26)

Unos hombres que llevaban en una camilla a un paralítico, intentaban meterlo y colocarlo delante de Jesús.

La sanación del paralítico comienza con el perdón de los pecados. La sanación del espíritu, como la sanación del cuerpo, es gratuita. Jesús no pide ningún requisito previo. Es que si queremos vivir en armonía con la naturaleza, con los demás y con nosotros mismos, es necesario vivir en armonía con Dios.

Jesús, viendo la fe de ellos, dijo: Hombre, tus pecados están perdonados.

La sanación del paralítico tiene lugar gracias a sus camilleros. Es una lección muy oportuna para nosotros. Cuando nos sintamos sobrepasados y como paralizados por problemas de cualquier tipo, confiemos en quienes tenemos cerca. Seamos suficientemente humildes y valientes para solicitar su ayuda. Ellos harán lo que esté en su mano para ponernos ante el Señor. La oración hecha con fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante, y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados (Sant 5, 15).

El profeta Isaías, para decirnos que Dios viene a salvarnos, nos habla en la primera lectura de la transformación de la naturaleza y de la desaparición de las lacras humanas: Entonces saltará el cojo como un ciervo y cantará la lengua del mudo, porque han brotado aguas en el desierto y corrientes en la estepa.

La acción de Cristo es una respuesta directa a la fe de las personas, a la esperanza que depositan en Él, al amor que demuestran tener los unos por los otros. Y por tanto Jesús sana, pero no sana simplemente la parálisis, sana todo, perdona los pecados, renueva la vida del paralítico y de sus amigos (Papa Francisco).

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