Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso.
Donde el Evangelista Mateo habla de ser perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial (Mt 5, 48), el Evangelista Lucas habla de ser misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso. Parece claro que la perfección (cosa centrada en uno mismo) no es otra cosa que la misericordia (cosa centrada en los demás). Para convencernos de esto no tenemos sino contemplar a Jesús, el rostro de la misericordia del Padre. En Él vemos que Dios es compasión y perdón. El Papa Francisco nos dice que la misericordia es la vía que une a Dios y al hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados sin tener en cuenta el límite de nuestro pecado.
Sed misericordiosos como vuestro Padre. ¿Ideal imposible? Si Jesús lo dice, no lo es. Lo que para los hombres es imposible, es posible para Dios. Todo es posible para quien cree (Mc 9, 23).
La medida que uséis, la usarán con vosotros.
Es lo que nos enseñó a decir en la oración del Padrenuestro: Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. ¿Nos atreveremos a pedir perdón si nosotros no hemos perdonado primero? Y que la medida de nuestra misericordia y perdón no sea tacaña; que sea, como la suya, una medida generosa, colmada, remecida, rebosante.
El amor misericordioso es el único camino que hay que recorrer. Cuánta necesidad tenemos todos de ser un poco más misericordiosos, de no hablar mal de los demás, de no juzgar, de no desplumar a los demás con las críticas, con las envidias, con los celos. Debemos perdonar, ser misericordiosos, vivir nuestra vida en el amor (Papa Francisco).
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