06/05/2025 Martes 3º de Pascua (Jn 6, 30-35)
- Angel Santesteban
- 5 may
- 2 Min. de lectura
Le dijeron: Señor, danos siempre de ese pan. Les dijo Jesús: Yo soy el pan de vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed.
Jesús habla hoy de sí mismo como pan de vida. Antes, en su encuentro con la samaritana, se había presentado como agua de vida. También entonces la mujer había pedido: Señor, dame de esa agua (Jn 4, 15). Empobrecemos el significado del pan de vida cuando lo reducimos al Jesús eucarístico. El pan de vida es toda la persona de Jesús: nazareno, galileo, evangélico, eucarístico…; todo Él. Jesús es agua y pan de la vida que se nos da de forma gratuita, como había profetizado Isaías: Venid, comprad trigo, comed sin pagar, vino y leche de balde (Is 55, 1). No es cuestión de comprarlo con nuestros esfuerzos, es cuestión de recibirlo con brazos abiertos y corazón agradecido.
El problema es que hay otros panes que parecen más apetitosos: éxito, placer, dinero… Y sucedáneos aparentemente santos: los judíos tenían el pan de Moisés, los cristianos tenemos los panes de siglos de tradición que pueden ser un obstáculo para hacernos con el verdadero pan de vida.
Comenta el Papa Francisco: Nosotros, sin Él, más que vivir, sobrevivimos; porque solo Él nos nutre el alma, solo Él nos perdona de ese mal que solos no conseguimos superar, solo Él nos hace sentir amados aunque todos nos decepcionen, solo Él nos da la fuerza de amar, solo Él nos da la fuerza de perdonar en las dificultades, solo él da al corazón esa paz que busca, solo Él da la vida para siempre cuando la vida aquí en la tierra se acaba. Es el pan esencial de la vida.
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