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06/06/2021 Cuerpo y Sangre de Jesucristo (Mc 14, 12-16; 22-26)

Tomad, esto es mi cuerpo… Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, que se derrama por todos.

Poco antes les ha dicho y nos ha dicho: Cuánto he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer (Lc 22, 15). Lo ha deseado desde toda la eternidad. Ahora ha llegado la HORA: la plenitud de los tiempos. La hora hacia la que se orienta toda la creación; la hora que lo explica todo, porque todo tiene en Él su consistencia (Col 1, 17); la hora del amor llevado hasta el extremo.

La Antigua Alianza, vínculo forjado en el Sinaí entre Dios y el pueblo por Él elegido, fue una preparación. Ahora viene lo bueno: la Nueva Alianza, cuando Dios asume todo el protagonismo. Cuando Dios nos da un corazón nuevo y nos infunde un espíritu nuevo, y quita de nosotros el corazón de piedra para darnos un corazón de carne. Y somos en verdad su pueblo y Él es nuestro Dios (Ez 36, 26-28).

Esta fiesta del Cuerpo y de la Sangre del Señor es la fiesta del Amor y de la alegría. Ante semejante exhibición del amor de Dios hecho carne en el hijo de María, Crucificado y Resucitado, que llega a hacerse pan y vino, solo cabe callar y llorar de agradecimiento y amor (Santa Teresita).

Que cada Eucaristía sea un brindis. Levantemos juntos nuestras copas, junto a la de Jesús, conscientes de representar a la humanidad entera. Con las copas en alto, escuchemos primero la Palabra de Dios. Luego, antes de consumar y consumir, sellemos la Nueva Alianza con un sonoro AMEN y con el Padrenuestro. Así revitalizamos nuestra vida y nuestro compromiso con el mundo en que nos toca vivir. Así robustecemos nuestra solidaridad y sensibilidad con las necesidades de nuestros hermanos.

Mientras nos nutrimos con el Cuerpo y la Sangre de Cristo, nos asimilamos a Él, recibimos en nosotros su amor, no para retenerlo celosamente, sino para compartirlo con los demás (Papa Francisco).

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