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06/07/2021 Martes 14 (Mt 9, 32-38)

Mientras salían los ciegos, le trajeron un mudo endemoniado.

Ha devuelto la vista a dos ciegos. Ahora hace que un mudo oiga y hable. Son sanaciones con fuerte carga de simbolismo en la mentalidad bíblica: Oirán aquel día los sordos palabras de un libro, y desde la tiniebla y desde la oscuridad los ojos de los ciegos las verán (Is 29, 18).

Es frecuente, demasiado frecuente en la esfera de lo espiritual, la escasa capacidad de muchos santos hombres y mujeres para la comunicación. Abundan los demonios poco perceptibles que buscan privarnos de la vida en abundancia que nos trae Jesús. Esos demonios nos prefieren mudos. Así desconectamos con lo más íntimo de la interioridad, donde secretamente solo moras (Juan de la Cruz). Así desconectados, ya no tenemos nada que comunicar. Cuando Jesús expulsa estos demonios, nos abre a la comunicación y al disfrute de la amistad del alma.

Aconsejaría yo a los que tienen oración procuren amistad y trato con otras personas que traten de lo mismo. Quien comenzare de veras a amar a Dios y a servirle, trate con algunas personas sus placeres y trabajos, que de todo tienen los que tienen oración (Santa Teresa).

Al ver a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor.

Algunos, ante estos milagros, quedan admirados. Otros se escandalizan. A Jesús no le afectan las distintas opiniones. Él sigue recorriendo aldeas y haciendo el bien. La dimensión más profunda de la comunicación es la de empatizar con quien sufre, sin pasar de largo. La contemplación de quien se entregó por amor hasta la última gota de su sangre nos irá liberando de los demonios que nos mantienen aislados y encerrados en nosotros mismos.

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