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06/07/2025 Domingo 14 (Lc 10, 1-12; 17-20)

  • Foto del escritor: Angel Santesteban
    Angel Santesteban
  • 5 jul
  • 2 Min. de lectura

Después de esto, designó el Señor a otros setenta y dos.

Antes había enviado a los Doce: los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar (Lc 9, 2). Ahora envía a setenta y dos discípulos con las mismas consignas, tanto para la predicación como para el estilo de vida. Estos setenta y dos representan a todo cristiano, porque la misión de evangelizar el mundo es deber de todo seguidor de Jesús.

No hace tantos años, los países de cristiandad enviábamos misioneros a tierras de misión. Los papeles se han invertido. Nos hemos convertido en país de misión y los antes evangelizados vienen ahora a evangelizarnos. Acojámosles con gratitud.

Hoy, el Evangelista pone de relieve algunos elementos de la misión que considera de especial importancia. El primero de ellos es el de enviarlos de dos en dos. El Papa Francisco comenta: Los discípulos no son francotiradores, predicadores que no saben ceder la palabra a otro. Es ante todo la vida misma de los discípulos la que anuncia el Evangelio: su saber estar juntos, su respeto mutuo, su no querer demostrar que son más capaces que el otro, su referencia unánime al único Maestro.

Otro elemento importante es el de la oración: La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Ante el venga a nosotros tu Reino, la primera tarea del discípulo es la de orar y rogar. Así haremos si somos profundamente conscientes de que todos los hilos de la historia están en manos del Dueño de la mies.

El Evangelista insiste también en que los enviados seamos hombres y mujeres de paz: En la casa en que entréis, decid primero: Paz a esta casa. Sin forzar, sin imponer, sin atemorizar, sin recurrir al miedo. Y viviendo de manera sencilla con la gente y junto a la gente.

Tengamos claro que no vivo una verdadera vida cristiana si no me siento enviado, si no me siento misionero. Y tengamos claro que la misión no es cosa complicada, porque consiste básicamente en poner toda la confianza en Aquel que nos envía. Así de sencillo.

 
 
 

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