06/12/2024 Viernes 1º de Adviento (Mt 9, 27-31)
- Angel Santesteban
- 5 dic 2024
- 2 Min. de lectura
Cuando Jesús se iba de allí, le siguieron dos ciegos gritando: ¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!
Cuando Jesús se iba de allí: de la casa de Jairo. Ante la súplica de este hombre, Jesús había reaccionado de inmediato acudiendo a su casa y resucitando a su hija. Ahora, ante las súplicas de los dos ciegos que le siguen gritando por el camino, no se da por enterado. El Papa Francisco comenta: No lo sé, tal vez esto suena mal, pero rezar es un poco como molestar a Dios para que nos escuche. Y preciso que es el Señor mismo quien lo dice, sugiriendo rezar como el amigo a medianoche, o como la viuda al juez injusto.
Los ciegos no se desaniman. Llegados a casa, se plantan ante Jesús. Jesús les pregunta: ¿Creéis que puedo hacer eso? Y ellos: Sí, Señor. Entonces Jesús, tocándoles los ojos, les dice: Hágase en vosotros según vuestra fe.
La pregunta de Jesús nos interpela a todos los que nos decimos creyentes. Y lo mismo que Jesús dejó el milagro en manos de los ciegos, ahora deja en nuestras manos los milagros que necesitamos cada día: Que se haga en nosotros según nuestra fe. Pero, ¿quizá jugamos al milagro como jugamos a la lotería, sin creer que nos va a tocar?
La estampa de Jesús, tocando los ojos de los ciegos, es una buena imagen de Dios, del Dios-misericordia. San Juan Pablo II escribe: Muchos hombres y muchos ambientes, guiados por un vivo sentido de fe, se dirigen, yo diría casi espontáneamente, a la misericordia de Dios. La Iglesia vive una vida auténtica cuando acerca a los hombres a las fuentes de la misericordia del Salvador.
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