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07/03/2023 Martes 2º de Cuaresma (Mt 23, 1-12)

Entonces Jesús se dirigió a la gente y a sus discípulos y les dijo: En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos.

El retrato que Jesús hace de aquellos escribas y fariseos es terriblemente severo: Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres. ¿Nos tocará algo de esto también a nosotros? ¿No dedicamos también nosotros excesiva atención a la fachada, a lo exterior? Somos tan limitados que cuanto mayor la atención a lo exterior, menor la atención a lo interior. Tan limitados que cuanto más ponemos nuestra atención en nosotros mismos, menos la ponemos en Él. El Papa Francisco se lamenta: Me duele ver a personas que psicológicamente viven corriendo detrás de la vanidad de las condecoraciones. Nosotros, discípulos de Jesús, no debemos hacer esto, ya que entre nosotros debe haber una actitud sencilla y fraterna.

Conviene una seria reflexión. ¿No nos habremos habituado a vivir en la incoherencia entre lo que decimos y lo que vivimos? ¿O quizá nuestra incoherencia es más profunda que la de escribas y fariseos? Podríamos no ser fariseos de la mentira, pero sí fariseos de la verdad. Sucede cuando mi verdad es mentira porque no coincide con la Verdad; cuando pretendo suplantar a Dios no asumiendo que Él es el único Salvador. ¿Quizá siento vértigo ante la gratuidad absoluta de nuestro Dios, el Dios de Jesús, el Dios que es Jesús? Un autor actual escribe: Siento cierto vértigo, mezclado de un gozo indecible, al intentar sacar conclusiones que se desprenden de la afirmación más grandiosa de la revelación: que Dios es amor, que nos ama gratuita e incondicionalmente, y que nos lo ha dado todo de balde en Jesús, sin mirar de reojo y sin esperar ninguna contraprestación.

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