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07/04/2025 Lunes 5º de Cuaresma (Jn 8, 12-20)

  • Foto del escritor: Angel Santesteban
    Angel Santesteban
  • hace 3 días
  • 2 Min. de lectura

Yo soy la luz del mundo.

La luz, símbolo de vida y de alegría. La luz es a las tinieblas lo que la verdad a la mentira, o lo que la vida a la muerte. Este mundo es como un campo de batalla entre la luz y las tinieblas; así también lo interior de cada uno de nosotros. Cuando la luz se nos apaga, llegamos a pensar que las tinieblas están ganando la batalla. Pero, no: la luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la vencieron (Jn 1, 4).

El que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.

Vivir en las tinieblas es vivir en el desconocimiento de Dios-Padre y de Jesús-Salvador. A una persona físicamente ciega no se le puede hacer ver la belleza de la luz y de los colores. Igual que a una persona espiritualmente ciega no se le puede hacer ver la grandeza de la fe en Dios-Padre y en Jesús-Salvador. De todos modos, no hay peor ceguera que la de quienes creen vivir en la luz sin conocer y sin seguir a Jesús. Y esto es perfectamente compatible con una vida de piedad y de austeridad, como la de aquellos judíos: He venido a este mundo para que los que no ven, vean; y los que ven, se vuelvan ciegos (Jn 9, 39).

La luz de Jesús pone claridad en los rincones más oscuros de nuestro ser; rincones que quizá preferimos ignorar. Todos los tenemos. Quienes queremos caminar en la luz, sigamos el consejo de san Pablo: La noche está avanzada, el día se avecina. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz (Rm 13, 12).

 

 
 
 

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