Muchos de sus discípulos, al oírle, dijeron: Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?
Esta vez no son las autoridades religiosas; escribas y fariseos para los tres sinópticos, los judíos para Juan. Poco antes sí que habían sido los judíos los que murmuraban contra Él (v 41). Ahora no; ahora se trata de sus propios discípulos: muchos de sus discípulos. Desde el sentido común humano, tienen toda la razón. El lenguaje de Jesús es disparatado, irracional, absurdo. La invitación de Jesús a comer su carne y beber su sangre manifiesta una realidad divina que solamente el Espíritu puede hacer comprender.
¿Esto os escandaliza? ¿Y cuando veáis al Hijo del Hombre subir adonde estaba antes?
¡Cuánto más os escandalizaréis cuando veáis al Hijo del Hombre elevado a la máxima sublimidad de su gloria en la cruz!
Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con Él.
Este momento de la vida de Jesús debe ayudarnos a interpretar correctamente la crisis religiosa que vivimos en nuestros días. Jesús no se mostró contrariado. Aunque muchos de sus discípulos le abandonaron, Jesús no se entristeció. La crisis actual es algo positivo si los que continuamos fieles a Jesús, pocos o muchos, le somos realmente fieles. Estamos dejando atrás el ser cristianos por nacimiento, para ser cristianos por convicción personal. La crisis religiosa actual es positiva si dejamos atrás un cristianismo anodino y nos embarcamos en un cristianismo comprometido con los prójimos.
Comulgar, vivir en comunión con Jesús, significa hacer que nuestra vida, como la suya, sea una vida entregada en servicio a los demás. Así entendió él su vida: como una entrega total de sí mismo a todos.
Comments