Por aquellos días, se fue Él al monte a orar y se pasó la noche orando a Dios.
Tratándose de un momento tan importante como el de la elección de los doce, Jesús se prepara con una noche entera en oración. Así deja la batuta en manos del Espíritu. Pone en práctica el consejo de que sepamos dejar las cosas en manos de Espíritu: No os preocupéis de qué diréis, porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel mismo momento lo que conviene decir (Lc 12, 12).
Cuando se hizo de día, llamó a los discípulos, eligió entre ellos a doce y los llamó, apóstoles.
Eran muchos los que seguían a Jesús al comienzo de su vida pública; unos más de cerca, otros más de lejos. A los más cercanos los llama a encontrarse con Él en el monte y elige de entre ellos a doce. Hay otro amplio grupo de discípulos que quedan en el llano. Hay, además, muchos simpatizantes; alternan el seguimiento con sus quehaceres. Al final serán muy pocos los que le permanecerán fieles. Y tampoco tanto, porque esta noche todas vais a fallar por mi causa (Mt 26, 31). ¿En qué grupo me sitúo yo?
Bajó con ellos y se detuvo en un paraje llano; había un gran número de discípulos y un gran gentío de pueblo.
Los débiles no pueden subir al monte. Si nosotros somos de los llamados al encuentro con Jesús en el monte, seremos inmediatamente llevados por Él al encuentro con la gente abajo, en el llano; con la gente, con sus enfermedades, con sus demonios. Si no se da este encuentro con la gente abajo, es que no se ha dado el encuentro con el Señor arriba.
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