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07/10/2022 Nuestra Señora del Rosario (Lc 11, 15-26)

Mientras un hombre fuerte y armado guarda su casa, todo lo que posee está seguro. Pero si llega uno más fuerte y lo vence, le quita las armas en que confiaba y reparte sus bienes.

Personas de mucha religión acusan a Jesús de arrojar demonios en connivencia con Belzebú, príncipe de los demonios. En la réplica de Jesús apreciamos escaso convencimiento de que sus palabras harán mella en sus adversarios.

También hoy encontramos personas piadosas que creen luchar contra los poderes del mal, pero viven subyugadas por espíritus malignos. A santa Teresa no le preocupaban los demonios: Siendo yo sierva de este Señor y Rey, ¿qué mal me pueden ellos hacer a mí? Sí que le preocupaban quienes vivían obsesionados con los demonios: No entiendo estos miedos. Temo más a los que temen al demonio que a los mismos demonios.

Una vida condicionada por los demonios, es una vida en la que la fe no brilla. Para que esto no suceda, hay que insistir en poner los ojos solamente en el Señor, sin preocuparnos de las sombras que nos rodean y acechan.

Hoy celebramos la fiesta de nuestra Señora del Rosario. El rosario es una buena escuela donde aprendemos a poner los ojos solo en Él. En compañía de María recorremos los pasos terrenos del Hijo de Dios hecho hombre.

El Papa Francisco dice: La oración del rosario no nos aleja de las preocupaciones de la vida. Por el contrario, nos pide encarnarnos en la historia de todos los días para saber reconocer en medio de nosotros los signos de la presencia de Cristo. Cada vez que contemplamos un momento de la vida de Cristo, estamos invitados a comprender de qué modo Dios entra en nuestra vida, para acogerlo y seguirlo.

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